jueves, 29 de abril de 2010

Chile: En este Primero de Mayo, independencia y unidad sindical

Esperamos que este  Primero de Mayo 2010 sea el día de una gran movilización de los trabajadores, en donde éstos, en la calle, se manifiesten solidaria y unitariamente en contra de las políticas económicas neoliberales que cotidianamente precarizan sus condiciones de trabajo, ponen en peligro su salud física y mental, y atentan contra el futuro de sus familias.

En el Chile de hoy, cuando ya sin intermediarios, los grandes empresarios, los que controlan el poder el poder económico y los medios de comunicación, tienen también el control del poder ejecutivo, los trabajadores, junto con celebrar sus luchas y conquistas, deben también reafirmar los principios de unidad y solidaridad en la acción que han sido pilares fundamentales en la construcción del movimiento sindical. No debemos olvidar ni por un momento que los trabajadores unidos, concientes y organizados, están llamados a ser la fuerza movilizadora y preponderante en la lucha por la construcción de un mundo mejor, sin desigualdad ni explotación. 

Este Primero de Mayo debe celebrarse en un contexto de unidad de los trabajadores, sumando también a los que hoy están desempleados,  y a todos quienes participan de los diversos movimientos sociales.  Esta fecha debe ser el punto de partida para la conformación de un gran Frente Común Solidario que agrupe a todos trabajadores y trabajadoras del país, y a sus organizaciones, y que se ponga a la cabeza de la lucha y de la movilización en defensa del empleo, en contra los despidos, por un salario mínimo decente, por un nuevo Código Laboral y por la defensa de conquistas históricas de la clase trabajadora.

Este Primero de Mayo, debe ser el momento para que los trabajadores organizados, sin la intervención de oportunistas intermediarios políticos, se constituyan en un actor determinante en la lucha por la conquista del poder, y sean, a la vez, los portavoces y defensores de las grandes mayorías asalariadas de nuestro país. 

Cuando estamos llegando al fin de la primera década del siglo XXI, en los tiempos de las denominadas “sociedades postmodernas de la información”, en el mundo entero pareciera imperar sin contrapesos el poder del capital, imponiendo a su arbitrio las reglas de vida, de producción y de consumo de las grandes mayorías que habitan la madre Tierra y su biosfera. Pese al progreso técnico-científico y al aumento de la riqueza global, el capital productivo-financiero, y su ideología neoliberal aplicada por Estados empresarios, no cesan de arremeter una y otra vez en contra los trabajadores, sin importar si éstos son griegos, islandeses, españoles, africanos o latinoamericanos. 

De manera abierta o solapada, los capitalistas atacan sistemáticamente los derechos colectivos de los trabajadores, aumentando la presión y las exigencias en el cumplimiento de las labores productivas, con las consiguientes secuelas físicas y psicológicas (stress, suicidios, “accidentes laborales” y patologías mentales). En efecto, en las industrias, en las grandes tiendas, en los laboratorios, en las oficinas, en los hospitales, en las salas de clase, en las minas, en los campos, en los mares, en las salas de redacción de los diarios y en los estudios de los canales de televisión, los tecnócratas al servicio de los grandes empresarios implementan políticas de “evaluación” o de “racionalización”, que indefectiblemente terminan por precarizar el empleo, atemorizar a los trabajadores, y debilitar a las organizaciones sindicales, acentuando el carácter depredador del modelo capitalista y dejando en evidencia su irracionalidad, determinada por la absurda lógica de maximizar las ganancias, aumentando la producción y el consumo sin límites, sin importar que con eso  pongan en riesgo la supervivencia misma de la especie humana.

En nuestra América Latina, y ante la indiferencia cómplice de los autodenominados “sectores progresistas”, los grandes empresarios han forjado férreas alianzas con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, las expresiones más actuales del imperialismo, para oponerse a los avances de los sectores asalariados, indígenas y populares que desde los gobiernos de Cuba, Venezuela, Honduras, Bolivia y Ecuador están empeñados en levantar proyectos políticos y económicos alternativos al orden imperante. 

Los teóricos del neoliberalismo no han encontrado mejor opción para hacer frente a la actual crisis financiera, que hacer pagar su costo a los trabajadores, y bajo el pretexto de “planes de austeridad”, “necesidad de mantener el equilibrio microeconómico”, “ajustes estructurales”, “flexibilizaciones” y “reglas del superávit fiscal”, han mermado los montos de las jubilaciones,  han  aumentado el número de años de trabajo necesarios para pensionarse, y cuando por fin consiguen hacerlo, el monto de sus pensiones resultan absolutamente insuficientes para garantizar a los trabajadores una vejez digna.

Bajo el modelo neo liberal imperante, resulta normal que los grandes empresarios obtengan del Estado beneficios tributarios y prebendas fiscales, mientras que al mismo tiempo se niegue sistemáticamente a los trabajadores aumentos salariales y la gratuidad de bienes esenciales como la salud, la educación, la vivienda, y el transporte. Resulta normal que los gobiernos aumenten el gasto militar y disminuyan el gasto social. Resulta normal que los trabajadores sean la presa habitual de las poderosas redes del consumo y de su bombardeo mediático y publicitario.  Resulta normal que en la mayoría de los países capitalistas, y sin que haya ninguna razón que lo justifique, exista una notoria desigualdad en el trato salarial entre hombres y mujeres que cumplen funciones o desarrollan tareas similares.

En los últimos días, hemos sido testigos de los despidos masivos que han tenido lugar en las zonas más devastadas por el terremoto. Como siempre, los más afectados por la tragedia del 27 de febrero han sido los trabajadores y sus familias. Esta situación ha dejado de manifiesto la notoria falta de instrumentos legales con que cuentan los asalariados para proteger sus puestos de trabajo y salarios. Sólo una ínfima parte de los ciudadanos que viven de un salario están organizados en sindicatos, y en consecuencia la inmensa mayoría de los trabajadores chilenos carecen de mecanismos eficaces para negociar sus condiciones de trabajo.

En este contexto adverso, el movimiento sindical debe dar los pasos necesarios para construir expresiones orgánicas y políticas propias, unitarias y clasistas. Es el momento de construir, desde la base, la unidad de todas las organizaciones de trabajadores. Es el momento de profundizar la democracia sindical, y concordar planes efectivos de movilización y lucha, para enfrentar las políticas laborales del gobierno de Piñera.

Sólo la fuerza de los trabajadores podrá abrir las grandes Alamedas que anunció el presidente Allende.

¡Adelante con todas las fuerzas de la historia! ¡Adelante con el ejemplo que nos dejaron las experiencias de las generaciones pasadas y los trabajadores caídos en la defensa del gobierno popular y  en la lucha contra la dictadura! ¡Adelante con las fuerzas de las nuevas generaciones de trabajadores, con las que debemos construir el presente para avanzar en pos de un mundo de igualdad y sin opresiones!
fuente, vìa:
http://www.g80.cl/noticias/editorial_completa.php?varbajada=8142

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