miércoles, 26 de mayo de 2010

Argentina : La nación inconclusa por Guillermo Ciesa . Los festejos oficiales del Bicentenario en Argentina brillan, pero proponen un relato confuso de la historia. Son las rebeliones populares las que alumbran el pasado

El abordaje del bicentenario viene acompañado por viejos cuentos que supimos escuchar sobre nuestra historia. No voy a ocuparme de los relatos de Mitre y Fidel Lopez, tan burdos como eficaces en la construcción de la memoria en su versión liberal, pero hoy un tanto desacreditados.
Me preocupa particularmente una mirada más nacionalista que despoja a los hechos del 25 de mayo de 1810 de su vinculación profunda con su contexto histórico.
Esa mirada que hace hincapié en hechos locales (o mas bien porteños), diluye la realidad de que aquellos hechos se desarrollan en los márgenes del imperio colonial español, en una “ciudad de tenderos y contrabandistas”, inserta en un territorio poblada mayoritariamente por indios, mestizos y africanos. Y que esa revolución inquietaba al imperio español, no tanto porque alguno de sus líderes fueran jacobinos, sino porque eran tupamaros. Continuadores del gran alzamiento originario de 1780 en el corazón del imperio colonial en America del Sur.
Esa mirada retacea la valoración de Artigas, el más lúcido dirigente político de su tiempo y la reivindicación del Paraguay, encarnación institucional del Manual de Operaciones de Moreno. Dos baluartes liquidados por la conspiración porteña que no dudaron en aliarse con el imperio portugués y ser cómplice de la política británica que terminó con el vergonzoso genocidio de la Guerra de la Triple Alianza,
La Argentina nació sudamericana como proyecto de nación y no pudo serlo cuando las Provincias Unidas de Sud America, con capital en Cuzco, como se proclamó en julio de 1816, se convirtió en Provincias Unidas del Río de la Plata o Argentina a secas. Ese animal bifronte que fue la revolución de mayo quedo en manos de su lado mas oscuro y egoísta: Rivadavia, Mitre, Roca. El ejercito de Rondeau que agrupaba a la gente bien, derrotó a los desharrapados de Artigas. Y Andresito, San Martín, pudo comprender que liberarse de España no significaba el triunfo de los que lucharon. Por eso su doloroso exilio. Comparte con Artigas el dudoso privilegio de ser Padres de Patrias que nunca imaginaron.
Hay otra mirada muy cara a nuestra izquierda vernácula que confunde los resultados coyunturales de una etapa histórica (que además juzga como finales y definitivos) con el proceso mismo. Que visto de ese modo sólo tuvo matices, nunca contradicciones.
El peor marxismo, Kautski, citado por el peor Lenin, da cobertura a esas valoraciones.
Desde esa mirada doscientos años de historia argentina son expresión de reivindicaciones burguesas y una conciencia burguesa. Luchas, programas y organizaciones que carecieron de una ideología revolucionaria. Como lo confirma el hecho que el resultado final fue la creación del Estado Nacional burgués, y los gobiernos que tenemos- En esa mirada hay una excepción: los pueblos originarios. Ellos si eran horizontales y lucharon por reivindicar los bienes naturales y defender su cultura., y podemos prefigurar allí valores que empalman con el objetivo socialista.
La reivindicación de los más elevados saberes y las más valiosas experiencias de los pueblos originarios no agotan su caracterización, que es un poco más compleja. Porque si no se hace incomprensible la conquista. Pero además la ruptura de las continuidades de las rebeliones en America Latina, es funcional al sueño español de enterrar a Tupac Amaru en 1781
Aunque duela decirnos, muchas de las valoraciones de nuestra izquierda, incluido el indigenismo radical, se apoyan en Mitre y Sarmiento.
La idea de nación es anterior al 25 de mayo de 1810, y en tiempos de las luchas por la independencia también hubo una idea de nación que no puede reducirse a como se construyó el Estado burgués nacional. Podría decirse, por el contrario, que el Estado burgués Nacional se construye sobre la derrota de otras ideas de nación de las clases populares antes y después del 25 de mayo de 1810. La idea de nación de Artigas por ejemplo incluía el reparto de la tierra y la soberanía de los pueblos. Corresponde a ese período histórico la creación de la bandera, y la más hermosa de todas nuestras banderas que es la bandera federal.
Esta reducción de la historia al resultado coyuntural de la disputa (si no creemos en el fin de la historia), convierte a la bandera argentina en el símbolo del Estado burgués, y a la bandera federal en la bandera del estado burgués de la Provincia de Entre Ríos. Desde esta misma lógica futuros historiadores podrían afirmar que el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo es la representación de los derechos humanos institucionalizados y funcionales a proyectos neo-desarrollistas.
Esta lógica nos expropia la historia y le regala símbolos y palabras simbólicas a la derecha.
La apropiación de los pueblos de su propia historia, no precede a su rebelión. Por el contrario son las rebeliones populares las que alumbran el pasado y permite identificar los hilos conductores.
No es casualidad entonces que los festejos oficiales del Bicentenario en la Argentina brillen por el circo, pero propongan un relato confuso de la historia. Y que en otros países de América Latina donde se están transitando procesos revolucionarios pueda identificarse con mucha claridad la trama que unifica las rebeliones negras de Haití y los sueños de Bolívar, las rebeliones originarias y el ideal de los pueblos en armas que expulsaron la dominación española, los sueños de la Patria Grande con iniciativas como el Alba de los pueblos.
Mientras tanto solo podemos asegurar que la Revolución de Mayo sigue inconclusa. Como todavía está inconclusa la construcción de nuestra Nación, que solo será posible como parte de la Patria Grande Latinoamericana, que imaginamos Socialista.

www.dariovive.org

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