jueves, 25 de noviembre de 2010

Argentina : Historia de leales y traidores . Por Oscar Taffetani . Pero debieron pasar diez años más, con una secuela feroz de destrucción de empleo, destrucción de familias y destrucción del futuro de los niños, para que una parte de la clase obrera y el pueblo trabajador argentino comprendiera que la gran traición que posibilitó primero las privatizaciones y después la continuación del expolio por otras vías, fue la traición de lo más granado (y gordo) de nuestra dirigencia sindical.

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Mariano Ferreyra ¡presente!
(APe).- A mediados de los ’70, cuando la dictadura militar, ésa que diezmó a nuestra joven dirigencia sindical y política, recibió de un Chicago Boy la sugerencia de privatizar la minería, la siderurgia y otras industrias y servicios estratégicos, se negó de plano. En primer lugar, porque la intervención militar en las empresas servía para sobornar y tener callada a la alta oficialidad de las tres armas. En segundo lugar, porque quedaban sedimentos, en los cuadros militares de relevo, de un pensamiento nacionalista y desarrollista que sostenía que esos recursos nunca debían dejar de estar bajo control del Estado.

Tuvo que llegar, entrada la democracia, el gobierno de Carlos Saúl Menem (1989-1999) para que grandes consorcios extranjeros, con sus respectivos socios locales, echaran mano a las multimillonarias joyas de la abuela que eran los activos de YPF, Gas del Estado, YCF, Somisa, Altos Hornos Zapa, Fabricaciones Militares, Fábrica Militar de Aviones, Aerolíneas Argentinas, Entel, Encotel, etcétera, sin contar los silos, los puertos, los aeropuertos y hasta las rutas del país. Hasta ahí, una historia conocida.

Pero debieron pasar diez años más, con una secuela feroz de destrucción de empleo, destrucción de familias y destrucción del futuro de los niños, para que una parte de la clase obrera y el pueblo trabajador argentino comprendiera que la gran traición que posibilitó primero las privatizaciones y después la continuación del expolio por otras vías, fue la traición de lo más granado (y gordo) de nuestra dirigencia sindical.

¿Qué fue del combativo SUPE, que lideraba las huelgas petroleras en los ’60? ¿Qué de La Fraternidad, histórico sindicato del riel que llegó a enfrentarse al mismo Perón en los ’50? ¿Qué de aquellos Bancarios que hicieron la gran huelga en tiempos de Frondizi? ¿Dónde estaba la heroica Lista Marrón de Telefónicos, cuando la interventora Alsogaray decretó la muerte de la telefonía pública?

Casualmente (o mejor: causalmente), encumbrados dirigentes de esos sindicatos -como el finado Diego Ibáñez, el confinado Juan José Zanola y el esfumado José Pedraza- se hicieron millonarios de la noche a la mañana, aportando el control de su gremio (y especialmente, de su obra social) como único capital en los emprendimientos. La mayor prueba de la complicidad de esa dirigencia con el poder de turno es la ausencia de causas, de juicios y de sentencias por enriquecimiento ilícito o por “coimisiones” o por “retornos”, durante aquella década infame menemista que redujo a una simple anécdota la década infame original.
Acoso judicial a un funcionario

El ex secretario de Transportes Ricardo Jaime, sin perder demasiado la calma, se halla abocado a demostrar que los costosos inmuebles adquiridos en los últimos años por sus hijas Romina Soledad, Julieta Cecilia y Gimena Belén, así como por su segunda pareja Silvia Reyss y por los hijos de ésta Agostina Soledad y Lorena Silvia, son fruto del sudor de sus respectivas frentes. También debe demostrar Jaime con qué sudor, complementario al sueldo de diez mil pesos que percibía, compró un chalet de dos plantas en un exclusivo country cordobés y alquiló a valor astronómico un lujoso departamento en la avenida Libertador, Buenos Aires (con un garante que era, casualmente, concesionario del Estado en el área Transportes).

Por último (bah, nadie sabe si será lo último) Jaime debe explicar cómo habría adquirido el crucero Altamar 64, amarrado en un yacht club de Rosario -un crucero con yacuzzi incorporado- y cómo es que, de buenas a primeras, se encontró con un Lear Jet 31A-215, valuado en cuatro millones de dólares, que le obsequiaron tres empresarios contratistas del Estado.

Diarios de la oposición denuncian que la empresa MacAir, que recibió el Lear Jet de Jaime para su flota, es propiedad del empresario Franco Macri. Pero diarios oficialistas dicen que la citada empresa MacAir es propiedad de Mauricio Macri, hijo de Franco. Curiosa polémica. Ya no es tan importante que tres empresarios le regalen un avión a un secretario de Estado, y que éste lo acepte. Lo importante es quién le brindó el hangar para guardarlo.

El negociado que puso en la agenda al pobre Jaime, esta última semana, es la compra a España y Portugal de coches ferroviarios en desuso, que iban camino a ser chatarra, por más de diez millones de euros. Esos coches debían ser restaurados y puestos en valor por contratistas locales, bajo la supervisión de RENFE (empresa de ferrocarriles de España). Lo concreto, como se ha denunciado, es que el 70% de ese equipamiento sigue en estado de chatarra y no ha podido ser incorporado al servicio.

Hasta aquí, la novela de Jaime, funcionario que acumula procesos judiciales y que en cualquier momento (tal como pasó con la ingeniera María Julia Alsogaray) podría ser condenado a prisión por tantos descuidos cometidos.


Lo de ellos. Y lo nuestro

Leemos en un recorte de La Nación (31/7/2006) que “Macri y sus socios chinos ya operan el Belgrano Cargas”. En la nota se destaca que la Secretaría de Transportes (o sea, Ricardo Jaime) dispuso que el ramal ferroviario Belgrano Cargas, con la excepción del área metropolitana de Buenos Aires, sea gerenciado por un heterogéneo grupo de empresas y gremios”

El Macri aludido en el título es Franco Macri (esta vez, le tocó a él). Y el “heterogeno grupo de empresas y gremios” es una nube de tercerizadas y sindicatos ligados al secretario general de la Unión Ferroviaria, José Pedraza. Allí está, a nuestro juicio, la peor anomalía (y lo más perverso) de esta operatoria.

¿Por qué en el marco de la privatización general ferroviaria (aquella de “ramal que para, ramal que cierra”) fue excluido el Belgrano Cargas? ¿Fue ése, acaso, el precio que pagó el poder al sindicato ferroviario, para que allanara el camino de la privatización? ¿Por qué quedó involucrado el gremio ferroviario en contratos con los concesionarios y con las tercerizadas, por los que el Estado paga –sólo en el Belgrano- subsidios de 22,5 millones por mes?

La respuesta a estas preguntas llegó a balazos el 20 de octubre de 2010, en una callecita lateral a las vias del ferrocarril Roca, en Barracas. Y le costó la vida al militante Mariano Ferreyra (23). Y puso al borde de la muerte a la militante Elsa Rodríguez (61). Y dejó un tendal de heridos en el piquete que protestaba por la situación de los obreros tercerizados.

No nos sorprende el modus operandi de los empresarios buitres y prebendarios del capitalismo argentino. Actuaron así durante la dictadura. Se adaptaron y lo volvieron a hacer con Menem. Y lo hacen ahora. Lo que sí nos preocupa -y nos duele- es la reiterada traición de una burocracia corrupta que es funcional al poder y que no duda en entregar la vida de uno o de cien compañeros para mantener sus privilegios.

La eterna extorsión de esta burocracia a los trabajadores es que “un sindicato fuerte y unido tiene más capacidad de negociación” (sería el equivalente al “roba pero hace” de la política). Frente a esa trampa, preferimos amarrarnos hasta el fin, hasta que nazca una nueva historia, a aquella consigna que resonó para siempre en un plenario de la CGTA: “Es preferible la honra sin sindicatos, que tener sindicatos sin honra”

Salud, gringo Tosco. Salud René Salamanca. Y Jorge Di Pasquale. Y Felipe Vallese. Salud vos, pibe, Mariano Ferreyra. Tu valor contagia valor. Tu sueño es nuestro sueño.

Fuente, vìa :
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=4784:historia-de-leales-y-traidores&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106

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