jueves, 25 de noviembre de 2010

Sociedad : Calidad de la muerte. Otras notas. Arnoldo Kraus. Los muy pobres, los que están endeudados desde antes de nacer, no pueden darse el lujo de pensar acerca de la calidad de la muerte o de la eutanasia.

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Reflexionar, cuando es factible, acerca de la calidad de la muerte, es necesario. La reflexión es posible cuando se es sano y cuando las circunstancias de la vida lo permiten. Los muy pobres, los que están endeudados desde antes de nacer, no pueden darse el lujo de pensar acerca de la calidad de la muerte o de la eutanasia. La difícil supervivencia cotidiana impide meditar en una buena muerte. A los muy enfermos, o los muy viejos que no cavilaron a tiempo acerca de los límites de la vida, tampoco les resulta fácil confrontar las posibilidades de una buena muerte.
La semana pasada aventuré algunas ideas acerca del tema. Auspiciada por la Fundación Lien, afincada en Singapur, la revista The Economist publicó este año “The Quality of Death: Ranking end-of-life care across the world” (La calidad de la muerte. Clasificación de los cuidados hacia el final de la vida de un lado del mundo a otro). En el documento, una de las personas entrevistadas habla de desintoxicar la muerte. Modificar la actitud de la medicina contemporánea y de la sociedad es obligatorio, no para limpiar la muerte de muerte, sino para dotar a quienes confrontan el final y a sus familiares con las armas suficientes para de-sintoxicarse de las tropelías de la medicina dominada por la arrogancia de la tecnología.
El objetivo del estudio La calidad de la muerte… fue estudiar el proceso de morir en 40 naciones, la mayoría europeas. Una de las finalidades de la Fundación Lien (Lead, Innovative, Empower, Network; Conducir, Innovar, Empoderar, Red) es proveer cuidados paliativos para las personas que lo requieran. Los cuidados paliativos son las maniobras que se brindan para mejorar la calidad de vida de los pacientes con una enfermedad potencialmente mortal, en fase avanzada.
De acuerdo con el documento, sólo 8 por ciento de los 100 millones de enfermos que requieren ese tipo de cuidados cada año lo obtienen. Incluso en los países ricos, continúa la investigación, no se administran suficientes opiáceos o fármacos similares por el temor (absurdo) a generar adicciones o por la falta de entrenamiento (o desinterés) de la población médica para lidiar con esos enfermos.
Investigaciones en Estados Unidos y otros países han demostrado que muchos pacientes hospitalizados sienten que sus reclamos acerca de sus dolores no son atendidos. Incluso en medios hospitalarios de excelencia, el desamparo como consecuencia de dolores no tratados es reclamo frecuente. No hay razón para que una persona sufra por dolor. Son muy raros los casos de dolores intratables; en la actualidad, la variedad de fármacos es suficiente para mitigar (casi) cualquier dolor.
La calidad de la muerte… enfatiza la necesidad de incrementar el número de médicos entrenados en cuidados paliativos o, en algunos casos, como en Kerala, India, de familiares y amigos dispuestos a suministrar todo tipo de analgésicos, incluyendo opiáceos, con tal de mitigar el dolor. Al compromiso humano-médico de paliar el dolor agrego que morir en hospitales resulta, tanto para el Estado como para los familiares, muy oneroso. Los cuidados paliativos bien aplicados disminuyen el tiempo de hospitalización y los ingresos a urgencias. Cuando se suministran medidas paliativas adecuadas y se acompaña al enfermo, se humaniza la muerte; al ejercer esos actos, más de 75 por ciento de los enfermos mueren, de acuerdo a sus deseos: en casa, en su ambiente, acompañados por los suyos.
La investigación La calidad de la muerte… se llevó a cabo aplicando una serie de preguntas. Entre otros puntos, se valoraba la información que tenía la sociedad acerca de los cuidados hacia el final de la vida, la transparencia en la relación entre médicos y enfermos, la información de la población sobre las órdenes hospitalarias de no resucitar a enfermos graves, la comprensión y el ejercicio de los cuidados paliativos, las actitudes gubernamentales acerca de los cuidados hacia el final de la vida, etcétera. La investigación se efectuó en 40 países. Los cinco primeros lugares, es decir, las naciones donde se brindaba la mejor atención hacia el final de la vida fueron: Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda, Irlanda y Bélgica. Los últimos sitios fueron ocupados por México, China, Brasil, Uganda e India. En los primeros destaca la labor de los hospicios, casas diseñadas para cuidar y atender a enfermos terminales o crónicos. En los segundos destacan la corrupción y el desaseo gubernamental como obstáculos para el desarrollo de una buena medicina.
La cohesión familiar en torno al paciente moribundo es fundamental; ésta se logra cuando se escucha al enfermo y no los dictados del duopolio medicina moderna y tecnología médica ilimitada. La escucha permite dignificar al enfermo y a su vida y confrontar con otros medios los estigmas en torno a la muerte.
Poco se escribe y se cavila acerca de la calidad de la muerte. Entre las grandes palabras y las grandes investigaciones sobre la calidad de la vida y el enjuto desarrollo de la calidad de la muerte la brecha es inmensa. Esa brecha debe zanjarse. Desde la ciencia, y desde la moral, es incorrecto mejorar la salud y la calidad de vida y descuidar los grandes temas hacia el final de la vida. La muerte carecerá de calidad mientras no se bregue en la dignidad, el dolor, el sufrimiento y la soledad de las personas enfermas.
Fuente, vìa :

http://www.jornada.unam.mx/2010/11/24/index.php?section=opinion&article=024a2pol

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