domingo, 28 de agosto de 2011

Chile : Signos de un gobierno rabioso...Por Luis Osorio

La historia del país se une con eslabones tan firmes, que los hechos del acontecer de estos días se relacionan a plenitud con 41 años de trayectoria política. Chile vivía el año 70 un ambiente de transformación social en medio del cual llegaba Salvador Allende a convertirse en Presidente de la República. Aunque está totalmente claro que no se alza al poder por medio de una mayoría de electores, también algo que no se puede colocar en dudas es el rol que ejerce la derecha en ese entonces, junto a la democracia cristiana, para propiciar una campaña permanente de desestabilización del gobierno de la Unidad Popular, recurriendo a una red de ayuda proveniente de los Estados Unidos y a una variedad de métodos con violencia extrema, hasta que los militares usurpan el poder. La Unidad Popular cae en la ingobernabilidad provocada por la derecha, la población se va polarizando y recibe los efectos de la política que aplican los sectores más reaccionarios instaurando un ambiente de caos hasta que llega el 11 de septiembre del 73.

Con el golpe de Estado, se inicia un período en que se implanta un modelo por la fuerza con resultado de una sistemática violación a los derechos humanos y una forma de vida permanente entre el miedo y el terror, efecto que lo expanden por largo tiempo. La motivación principal de la intervención de militares y derecha, es que esta última no es tolerante cuando se pone en riesgo sus intereses lo cual se ha mantenido por siempre. Si el país llegará a avanzar en sentido opuesto a la desigualdad, la derecha lo tomaría como amenaza.


Cuando el Presidente Piñera se refiere a lo que costó construir la democracia, no se expande en su punto de vista a la forma en que se determina la institucionalidad del presente que tiene como base el autoritarismo y la imposición. La parte más preponderante es la aprobación de una Constitución en condiciones en que el pensar distinto al régimen constituía peligro. Transcurría la vida en constante vigilancia y en un clima de total inseguridad para el que era detractor de Pinochet. Es decir esta primera componente de la democracia, la Constitución que representa la base de la misma, se apoya en tejado de vidrio.


Luego, con la llegada de la derecha y militares al poder, hay una segunda componente esencial de la democracia que es condenar a la abolición la participación ciudadana, manifestada en el término de la legalidad de los partidos políticos y principalmente porque la ciudadanía deja de ser tomada en cuenta excepto en las campañas electorales cuando se da el pase para el término de la dictadura.

Una tercera componente es que se ha querido hacer creer en forma permanente a la población que lo máximo de una democracia es el acto de sufragar, y ello también representa una institución viciada, por una parte el sistema electoral también proveniente de la dictadura se encuentra diseñado a la medida de la derecha, a eso se agrega que la inversión en gastos de campaña se superpone a las ideas y la ética como forma de hacer campaña no existe, ya que se fundan en promesas que después resultan ser mentiras.



Una última componente de la democracia es el peso natural que debe tener la mayoría por sobre la minoría. En los últimos 23 años, las únicas ocasiones en que se ha puesto en práctica el ejercicio de una mayoría que decide, es en el plebiscito del 88, representado en el triunfo del NO a la dictadura; en la elección de Patricio Aylwin y de Eduardo Frei. Estos pasajes históricos correspondían a la manifestación de una ciudadanía que apostaba a que el término de la dictadura significaba que la estructura del país con todas las variantes que hoy son foco del movimiento social, se transformarían, pero ello no fue así.

Algo que se esgrime a menudo es que las democracias nunca son perfectas, pero en este caso el problema es mayor, estamos en un país en que la democracia tiene fallas por los cuatro costados (si es que existe): su base proviene de la dictadura; el sufragio tiene un entorno de un sistema que le otorga poco valor, una muestra de ello es los parlamentarios designados que se instalan en el Congreso; la participación ciudadana no ha sido política de los gobiernos, sino que es la ciudadanía la que se abre paso por sus demandas; y algo de suma gravedad es que nos encontramos al arbitrio de una minoría gobernante.

Imperó durante los gobiernos de la Concertación la política de los acuerdos pero en esos extrañamente la derecha siempre salía contenta, bajo un punto de vista se podría pensar en forma muy liviana que en este ambiente de escasa participación no habían otros interlocutores con los cuales realizar acuerdos, pero obviamente ello no era así: los reajustes del sector público eran tortuosos, el sueldo mínimo siempre en armonía con el empresario, la ley General de Educación en vez de ser una respuesta para el movimiento estudiantil del 2006 fue la plataforma perfecta llevada al programa de gobierno de Piñera en materia de Educación. De esta forma cómo no van a echar de menos los acuerdos para gobernar.

Con este panorama más el paso de los años que inevitablemente se abre a una juventud que creció no en dictadura pero con los efectos del sistema que viene enraizado desde allí y ante el cual se revelan, se instala en la sociedad algo muy importante, el inicio de la construcción de un país diferente a partir de la savia nueva, que reacciona frente a una convivencia que se encontraba estancada.



Es obvio que esto provoca mucha incomodidad en los gobernantes que se saben autores intelectuales y materiales del modelo, además de precursores del golpe militar del 73. Reaccionan enrabiados, pues su grado de intolerancia los lleva a pensar que los métodos utilizados por ellos son privativos de ese sector y la democracia tiene que armarse según sus criterios.

Es indudable, que en esto hay dos sectores que tienen responsabilidad. Nos han llevado a una crisis esencial pero que era totalmente predecible, y ello es porque habiéndose agotado paulatinamente el arcoíris de posibilidades vistas en los gobiernos anteriores, la crisis que quedó en evidencia es la democracia y la institucionalidad.

En el presente despertó la ciudadanía con alguna instancia de participación aunque sea a través de la organización y la creatividad presentes en las marchas, con un actuar que obligadamente va a ser parte de las páginas de la historia y que se representa por el rol de los estudiantes; y nadie puede negar que el movimiento social represente mayorías. Pero está pendiente un sistema electoral distinto y algo aún más medular que es una nueva Constitución. Estas cuestiones sólo como una parte de las estructuras que hay que modificar, entre otras la desigualdad social que ha ido al alza.

Estos son los elementos que están presentes en el paro del día 24 y 25 de agosto que la derecha no quiere o no logra comprender. Más allá del término del conflicto de la educación, la crisis se torna mayor porque se concluye que hay una dificultad histórica. Probablemente a Piñera le fue bonito celebrar su triunfo y tuvo un período de gracia motivado por el terremoto, el mundial de fútbol, el bicentenario y el rescate de los mineros, pero todo eso ya pasó y la historia de este momento se fuerza por cambiar su rumbo. Bien lo sabe la derecha que los hitos de cambio de rumbo no esperan que se completen los períodos presidenciales, para que ser tan esquemáticos si hay urgencias por atender.



Por las características del momento actual y una salida adecuada para el futuro, es necesaria la unidad y aunar fuerzas, aunque de todos modos se observan actitudes que despiertan desconfianzas. La Concertación con toda la responsabilidad que tiene en el estado de cosas producto de su convivencia con la derecha durante 20 años, es sujeta de observarla bajo los siguientes puntos de vista: uno es a través de la buena fe y pensar que está viviendo un estado de arrepentimiento el cual trata de remediarlo cueste lo que cueste aunque se expongan a ser abuchados; otro, también de buena fe, puede que desde las bases surjan voces de cambio; y algo menos alentador es que estemos nuevamente en presencia de un acuerdo para salvar la situación del país, que pueda dar paso al presidencial más prematuro que tiene la clase política, el señor Velasco o que tengan la misión de “contener a la multitud”.


Ante una situación tan delicada, prefiero optar por la visión de buena fe, es decir, pensar en el arrepentimiento y en la fuerza de las bases. De todos modos me parece indicado no mirarlos como bloque, sino que es necesario que crezca en este movimiento cada partido con vida propia, ya que un conglomerado distinto es imprescindible y claro está que no puede articularse a partir de liderazgos del pasado, si los jóvenes son los motores del cambio, ellos deben trazar las directrices del futuro y en este momento ellos deben hacer las convocatorias e invitaciones pertinentes. No hay que olvidar que las Federaciones estudiantiles en tiempos de mayor democracia alimentaban al Parlamento.
En este clima adverso, la derecha está mostrando sus dientes ya que tengo la seguridad que este análisis es copia fiel de la realidad en todos sus puntos. Aceptando que el gobierno de Allende no era de mayoría, tampoco lo es el de Piñera. La diferencia radica, que en esos años la derecha utilizaba la democracia a su favor para complotar hasta borrar de una sola plumada toda la institucionalidad, hay episodios que seguramente en algunos años más será oportuno comentarlos y que dan cuenta de una derecha siniestra. La democracia ideal de estos tiempos para ellos es aquella en que los ciudadanos no participan, concurren cada cierto tiempo a las urnas, seguimos a perpetuidad con la Constitución, y la ciudadanía permanece tranquila en sus casas.

Las decisiones futuras y los pasos que se den no pueden ser al margen de estos argumentos, la realidad del país es cruda y en el momento actual el gobierno debe adoptar las acciones dentro de lo que se ha llamado el cambio de paradigmas que remece la llamada democracia actual, a las instituciones y las estructuras sociales. Aunque no creo que el gobierno entienda este análisis, espero que en su monitoreo a las publicaciones presentes en las redes de internet algo les quede, ya que la conclusión es clara: es vital el paso al costado.

Por último, hay un Ministro que pudiera apurarse en escribir una nueva versión de la teoría del desalojo adaptada a estos tiempos, porque cuando asumieron el gobierno nunca pensaron que había una presión social contenida, jóvenes muy bien preparados y otros que van aprendiendo de manera rápida lecciones ejemplares a partir del clamor ciudadano. El punto de encuentro sigue siendo un NO a la dictadura de Pinochet reencarnada en el gobierno de Piñera.



Vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/08/25/signos-de-un-gobierno-rabioso/

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