Vino a visitar a sus padres y fue secuestrado. Alemania, donde se desempeñaba como director de orquesta y pianista, y Francia, nación de la que se enamoró en la figura de su esposa, claman por su presentación con vida. En México, sólo puertas cerradas encuentran familiares y amigos. A pesar de que accidentalmente fueron detenidos en Estados Unidos algunos de los secuestradores, ningún avance en las investigaciones reportan las autoridades mexicanas
Hans-Máximo Musielik
Matamoros, Tamaulipas. 04:30 horas del 9 de julio de 2011: gritos
desgarran los sueños de Ludivine Barbier de Cázares y su esposo, Rodolfo
Ignacio Cázares Solís. Ludivine, al principio desubicada, piensa que su
suegro sufrió un infarto. “¡Espera, creo que son soldados!”, advierte
su marido sujetándole el brazo en un ademán para impedir que saliera del
cuarto. Incrédula, duda un instante. En segundos se materializó por la
puerta de ese dormitorio todo el terror y la violencia del crimen
organizado que azota a México y, en particular, a la codiciada franja
fronteriza de Tamaulipas con Estados Unidos.
La historia del secuestro de 18 personas, aquel 9 de julio de 2011,
implica a un pianista tamaulipeco, director musical en la ciudad de
Bremerhaven, Alemania; a su esposa, una traductora francesa; sus padres,
hermanas, cuñados y los hijos de estos últimos. Mujeres y niños fueron
dejados en libertad casi tres días después en un estacionamiento de esa
misma ciudad. Pero Rodolfo Ignacio Cázares, su padre Rodolfo Cázares y
su tío-abuelo político, entre otros familiares, tuvieron que resignarse a
los caprichos del cártel secuestrador. Y a la fecha, tras varios
rescates pagados, engrosan las estadísticas de los desaparecidos en la
“guerra”.
Tras casi medio año de silencio por miedo a represalias,
solicitudes de ayuda a tres presidentes en Europa y Estados Unidos, una
emotiva petición al papa Benedicto XVI, y una ciudad alemana movilizada
en apoyo incondicional para lograr que regrese su director musical,
Ludivine Barbier Cázares, más firme que nunca, cuenta su historia.
Matamoros-Monterrey-Viena-Bremerhaven
El exprofesor de introducción a la dirección orquestal en la
Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) se acuerda muy bien de
Rodolfo: “Es un muchacho muy talentoso y trabajador. Destacó
inmediatamente. Se veía que tenía talento. Nunca me dijo que quería ser
director de orquesta. Llegó a tocar de pianista solista en la orquesta
bajo mi dirección, al ganar en una ocasión un concurso como solista
estudiante joven”.
Con mirada firme, recuerda que su exalumno contaba con las
características necesarias de personalidad, carácter y conocimiento
musical para llegar a ser alguna vez director de orquesta: “No sólo era
buen pianista, sino que también podía escuchar muy bien y detectar las
fallas que sucedían durante el ensayo. Identificaba cuando el error era
de él o de los otros. Me llamó la atención porque, aunque era muy joven,
sabía perfectamente bien su parte de piano pero también la parte de la
orquesta”.
Tras estudiar la licenciatura (1993-1996) en la Facultad de Música
de la UANL, Rodolfo conoció a Ludivine en Austria, en 2002, durante sus
estudios como director de orquesta en el Konservatorium Wien
Privatuniversität, bajo la dirección de Georg Mark. Ella, ciudadana
francesa, estudiaba la carrera de traducción. Viajaron a Matamoros
juntos en 2003 (en el que para ella sería su primer viaje a México). Se
casaron en 2006 en la Kaasgrabenkirche, una pintoresca iglesia de arquitectura neobarroca en el sector deGrinzing, perteneciente al distrito vienés de Döbling.
En 2007 se graduó. Debutó el 3 de octubre de ese año como director
de orquesta en la Sala Dorada del edificio Wiener Musikverein de Viena,
junto a losNiños Cantores de Viena. Al año siguiente fue becado por la
institución Richard Wagner Verband International, en la ciudad alemana
de Brema, para que asistiera al Festival de Bayreuth 2010. La pareja se
trasladóaBremerhaven, donde Rodolfo fue contratado en esas mismas fechas
por el Teatro de la Ciudad, como maestro acompañante al piano (solorepetitor). Después se estrenaría como director musical de esa casa cultural con el musical Sugar.
Matamoros
El 20 de junio 2011, tres días previos a la clausura de la
temporada 2010-2011 del Teatro de la Ciudad de Bremerhaven, Ludivine y
Rodolfo sobrevolaron el Atlántico; su destino: Matamoros. Rodolfo
Cázares, padre de Rodolfo Ignacio Cázares, y su madre, Leonor Solís,
junto con sus hermanas, cuñados y sobrinos.
El 8 de julio la familia se reunió en casa de los padres de él para
preparar la fiesta de cumpleaños de una sobrina, que se celebraría al
día siguiente. Aprovecharon la ocasión para disfrutar en familia, entre
carne asada y cervezas, del partido de futbol de la Copa América, que
disputaron las selecciones de México y Perú.
Horas después, agotados, se retiraron a sus alcobas. Al día
siguiente habría que celebrar un cumpleaños. Tenían que reponer
energías.
66 horas de infierno
El
momento de duda de Ludivine se vio interrumpido por la violencia con la
que sujetos encapuchados con ropa militar irrumpieron a gritos en el
cuarto. Blandiendo fusiles de asalto AK47 los sacaron del cuarto para
llevarlos al salón con los demás familiares prisioneros. La escena fue
desoladora: los adultos estaban arrodillados y vendados. Cinta aislante
alrededor de sus extremidades superiores los inmovilizaban. Los niños,
más atemorizados que sus padres, no se movían. “¡Dónde está el dinero!,
¡dónde hay dinero!”, gritaban los integrantes del cártel del Golfo.
“Buscaban todas las cosas de valor, cosas electrónicas; agarraron
las computadoras, las cámaras, joyas… ¡Todo, todo!”, explica Ludivine en
entrevista telefónica desde Francia. “Nos preguntaban por dinero y
decíamos que no teníamos… hasta las cartas las querían y nos preguntaban
por el pin…”, continúa, con el característico acento francés,
refiriéndose a las tarjetas bancarias. “A mí me decían ?rubia’, ?¡la
rubia!’. Creo que una de mis sobrinas hablaba con Rodolfo en francés o
alemán, no recuerdo bien”. Los encapuchados, molestos por no encontrar
objetos de valor, seguían gritando. Ludivine pensaba: “Es que no hay
lujos en la casa de mis suegros”.
Minutos más tarde empezó la movilización. Subieron vendadas a las
víctimas a diferentes camionetas y dieron vueltas por la ciudad. En un
lugar desconocido bajaron a su suegro, don Rodolfo. Después siguieron
dando vueltas sin él. Sobre las 07:00 u 08:00 horas volvieron a
detenerse y subieron a tres familias más. “Nos llevaron a las tres
familias al mismo lugar; ahí nos pusieron en un cuarto”.
Cercano al medio día, uno de los guardias entró alterado al cuarto:
“¡Ahí están los enemigos, ¡rápido, rápido!”. La joven francesa
recuerda: “Escuchamos una colisión de un carro y también balaceras muy
cercanas. Rápido tuvimos que salir de ahí. Nos pusieron a todos en una
[camioneta tipo] pick-up. Dimos muchas vueltas durante horas en
Matamoros. Después nos paramos otra vez porque ellos tenían hambre. Tuve
la impresión que todo el día estaban buscando un lugar para ponernos a
todos. Creo que no se imaginaron que había tanta gente en la casa”.
Momentos después sintieron que los vehículos aceleraron y que
dejaban de dar vueltas. Asumieron que habían salido a carretera. Ya de
noche llegaron a una casa de seguridad.
“Todo estaba sin luz y nos acostaron en una cama. Bueno, con los
ojos vendados, me podía imaginar un colchón muy grande. Cuando nos
levantamos al día siguiente y nos permitieron quitarnos las vendas, vi
que no era lo que me imaginaba. La casa estaba chiquita. Sí era un colchón, pero también chiquito”, explica a través del teléfono. Su voz emula el mismo asombro original sufrido.
Así pasaron dos días. No nos hicieron nada. La comida llegaba de manos de los criminales más jóvenes; el menú gourmet: leche, pan y en consideración hacia los niños, unos jugos.
Con sarcasmo, explica, se resignaba al menor de los males: “Los del
domingo eran los buenos, entre comillas, simpáticos. Ellos estaban
bien. Sólo cuando venía un jefe o una persona más importante nos
teníamos que vendar los ojos, no moverse, ni hacer nada ni mirar…”.
Tenían entre 16 y 18 años, armas y drogas.
Meses después confesaría en una entrevista a un medio alemán que
“cientos de veces me dijo Rodolfo cuanto me amaba; me tranquilizaba [la
idea de] poder morir en sus brazos”.
Las horas se arrastraban con parsimonia. A las víctimas les
decían una y otra vez que todo estaba bien, que ellos no tenían nada que
ver y, en consecuencia, en cuestión de horas iban a ser liberados.
Concedieron haberse equivocado de familia. “No nos pidieron perdón, pero
creo que casi”, siente Ludivine.
“En verdad pensaba, cuando nos soltaron en la noche del lunes, que
nos iban a soltar a todos, y cuando me despedí de mi marido pensé que no
había suficiente lugar en el carro para poder llevarnos a todos. La
verdad creía que él iba a seguir, a venir después”. Ludivine sujetaba la
mano de Rodolfo al despedirse, su última memoria táctil. Desde entonces
no le ha vuelto a ver, ni sentir ni tocar ni oler. Su suegro, un
tío-abuelo político y otros familiares varones se quedaron con su
marido.
Al haber sido despojados de sus pertenencias y no tener forma de
comunicación, un integrante de la familia política fue instruido, bajo
amenaza, a presentarse a cierta fecha y hora en un lugar determinado
para recibir a sus familiares a punto de ser liberados. Esta persona
llegó puntual con un acompañante y entre ambos acomodaron a todos los
secuestrados en sus vehículos, “Llegaron en un carro chiquito,
cupimos en dos coches”. Regresar a su casa no fue opción. Pernoctaron en
el hogar de otros familiares lejanos. Los hombres no aparecieron
aquella noche. A la persona que fue a recoger a los liberados no le
dieron instrucciones con respecto a los hombres secuestrados. De nuevo
la sombra de la incertidumbre. Tenían que descansar. Lo más difícil apenas estaba por comenzar.
El juego del miedo
En Tamaulipas no importa que te llames Rodolfo Torres Cantú,
candidato a la gubernatura del estado asesinado junto a otros cuatro
colaboradores el 28 de junio del 2010, o que seas un migrante
centroamericano en busca de un futuro mejor, como los 72 masacrados
entre el 22 y 23 de agosto de 2010, crimen descrita en Wikipedia como La primera masacre de San Fernando (la
segunda fue en 2011); si no te “alineas” a los intereses del crimen
organizado, acabas golpeado, mutilado, desaparecido, asesinado y
enterrado, en lo que el diario estadunidense Los Angeles Times titula elocuentemente como “Las narcofosas, el Auschwitz de México”.
La policía no es de mucha ayuda si se considera que hay municipios
enteros en los cuales los organismos civiles responsables de aplicar la
ley y el orden han sido sustituidos por militares, como es el caso de
San Fernando y Ciudad Mier, donde 750 y 660 efectivos del Ejército
Mexicano, respectivamente, resguardan el bienestar de sus habitantes y
apoyan con trabajos sociales en escuelas y municipios. A falta de
fuerzas de seguridad civiles, ver un soldado dirigir el tráfico en estas
entidades es algo común.
Los principales medios de comunicación en la frontera Norte,
amenazados en su mayoría por los diferentes grupos delictivos, limitan
sus artículos a cuestiones políticas, sociales y de bajo impacto, o a
notas “autorizadas y de interés” por los semper vigilanti. Uno no se sale de la línea editorial del narco sin consecuencias. Si se quiere saber lo que ocurre en la franja fronteriza hay que buscar en Youtube o en las redes sociales, donde bloggers
anónimos suben videos de enfrentamientos entre diferentes cárteles o
fuerzas federales, que oficialmente, nunca sucedieron. Pero no sin
riesgos: el 24 de septiembre de 2011, fue encontrada decapitada María
Elizabeth Macías, jefa de redacción de un periódico local y ávida blogger conocida como la Nena de Laredo,
quien informaba anónimamente sobre los hechos violentos que sucedían en
Nuevo Laredo, Tamaulipas. Algo falló y su anonimato se esfumó. El
crimen organizado tomó venganza.
En Alemania, principal socio comercial de México entre los países
que forman la Unión Europea, esta realidad va encontrando eco entre los
medios, y causan asombro en una sociedad incrédula: “Tamaulipas se
asemeja a un Estado fallido”, escribe el diario Taz, citando al analista político Alfonso Zarate. Der Spiegel,
la revista semanal más grande de Europa y la más importante de
Alemania, con un tiraje semanal de 1 millón de ejemplares, muestra
varios reportajes sobre la creciente ola de violencia en todo México. Mientras, el canal en internet Radio Bremen entrelaza,
en su entrevista con Ludivine, imágenes de tiroteos en diferentes
ciudades mexicanas con las de la tragedia del Casino Royale, en
Monterrey. El Nordsee-Zeitung, un diario regional, además de
documentar el secuestro, también intenta ayudar activamente en la
recaudación de fondos para mitigar el estrago financiero que sufre
Ludivine. Esta iniciativa es apoyada por iglesias de la región que
ayudan a gente en necesidad.
En el Distrito Federal alberga el único Centro Aleman en todo el
Continente Americano, enfocado al fomento y asistencia del comercio
entre Alemania y México (hay aproximadamente 1 mil 200 compañías
germanas en México). El embajador de la República Federal de Alemania,
Edmund Duckwitz, en su última visita a Nuevo León, estado fronterizo con
Tamaulipas, el 27 de febrero 2012, expresó, preocupado: “Para empresas e
inversionistas [alemanas y extranjeras] [...] El marco de seguridad y
la seguridad jurídica tienen gran importancia [...] En este momento,
lamentablemente, la percepción de Monterrey y de Nuevo León ha cambiado
[...] Hay aspectos que hacen un poco más difícil a empresas tomar una
decisión sobre nuevas actividades, aquí, en el estado”.
“No fuimos a la policía por miedo a la corrupción”. La negociación
empezó el 11 julio de 2011. “Sabíamos cómo iba a funcionar. Esperamos
ser contactados, contra dinero pagando un rescate”, sopesa Ludivine, con
molestia.
Se fijó el primer pago: se pudo conseguir y se entregó en mano
relativamente rápido. Siguieron tres rescates más en un lapso de 10
días, sumando un total de 100 mil dólares. Siempre fue una persona
diferente a cobrarlos. Tras el cuarto pago los secuestradores rompieron
el contacto. No soltaron a los rehenes.
A mediados de septiembre la francesa puso una denuncia en
Matamoros, que se envió a Ciudad Victoria, y a finales de ese mes
regresó a Francia con sus padres. Otra familiar que sufrió el secuestro
también interpuso una denuncia ante la Oficina Federal de Investigación
(FBI, por su sigla en inglés), en Texas, Estados Unidos, por ser
ciudadana estadunidense, y se notificó al gobernador de ese estado,
James Richard Perry, quien prometió apoyo.
Ludivine señala: “Yo confiaba mucho en las autoridades mexicanas,
en los militares. Siempre creía que estaban trabajando, infiltrándose.
Imaginaba algo como el FBI, algo de los servicios secretos. No puedo
decir que no lo hicieron bien, porque no tengo pruebas”.
Pasaron las semanas, pero uno de los secuestradores fue detenido en
Texas por el FBI tras, inicialmente, no haber respetado un semáforo en
rojo. En noviembre, en Tamaulipas, se capturaron a otros dos individuos
que fueron identificados como partícipes en el secuestro.
Con las tres detenciones, la familia y Ludivine albergaron nuevas
esperanzas al creer que los capturados revelarían información sobre el
paradero de su marido y demás parientes. Decepcionados, se dieron cuenta
que no soltaban prenda. “Van a hablar y van a decir dónde están, y pasó el tiempo y… ¡No puede ser!, ¡las autoridades no nos decían nada!”.
Ludivine también interpuso una denuncia, en Francia, ante el
procurador, y le envió copia de ésta al presidente del país, Nicolás
Sarkozy. Otra carta en la que solicitaba ayuda, la recibió Barack Obama,
presidente de Estados Unidos: al fin y al cabo uno de los
secuestradores identificados fue detenido en Texas.
A exactos seis meses del secuestro, el 9 de enero de 2012, Ludivine
le expuso el caso al presidente de México, Felipe Calderón, mediante la
misiva Solicitud de ayuda militar y policial especial respecto a un secuestro en Matamoros.
El documento se envió con copia, entre otros, a la procuradora general
de la República (PGR), Marisela Morales; al gobernador de Tamaulipas,
Eugenio Javier Hernández Flores; al de Texas; al secretario de
Gobernación, Alejandro Poiré Romero; a los embajadores de México en
Francia y Alemania, Carlos de Icaza y Francisco González Díaz,
respectivamente; al secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván
Galván; al director general del Centro de Investigación y Seguridad
Nacional, Jaime Domingo López Buitrón; al presidente de la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos Raúl Plascencia Villanueva; y al
embajador a cargo de la Misión Permanente en México de la Organización de los Estados Americanos.
La Presidencia respondió el 12 de enero, mediante la carta
22296904-62, a su planteamiento ciudadano: “Su caso ha sido turnado a la
Procuraduría Social de Atención a Víctimas de Delitos para que sea
atendido a la brevedad posible”. Ludivine recuerda, frustrada: “Nunca se
puso en contacto conmigo esta Procuraduría Social”.
La procuradora Marisela Morales, en cambio, respondió al día siguiente: “He instruido al maestro José Cuitláhuac Salinas Martínez, subprocurador de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), para atender el asunto indicado”.
Hasta el cierre de edición, personal de comunicación social de la
PGR, en el Distrito Federal, no ha ofrecido respuesta alguna a las
diferentes solicitudes de información sobre el estatus que guarda la
investigación.
A 9 mil 720 kilómetros de la Ciudad de México, en Berlín, Alemania,
“ciudad hermana” del Distrito Federal desde 1993, el Departamento de
Prensa y Relaciones Públicas de la Embajada de México explica
amablemente que “los avances sobre la investigación vienen directamente
de México [...]. Se tiene a una persona responsable, que es una de las
del Servicio Exterior Mexicano, que está constantemente en contacto con
ella [Ludivine]. Ésta es una investigación en donde, digamos, nosotros
funcionamos a partir de las autoridades de México”.
Apoyo internacional
Carmen, Heidi, Akira, Peter, Eberhard, Judith, Lisa, Osel, y Karl
Heinz son sólo algunos de los compañeros de trabajo de Rodolfo en el
Teatro de la ciudad de Bremerhaven que desean su pronto regreso sano y
salvo. Así lo dejaron plasmado en una collage de firmas y frases
de apoyo dirigido a él y sus familiares. Un tal Pablo, bailarín
invitado, escribe en español: “Tío, te echo de menos por aquí”.
Ingeborg Fischer-Thein, presidenta en Brema de la Asociación
Internacional Wagner, institución renombrada con 146 asociaciones en
todo el mundo, de la cual Rodolfo Cázares fue becario, informó al
Consejo Alemán y al Consejo Internacional de Música sobre la situación:
“Desde el ángulo artístico y musical movilizamos lo que podemos. De
todas formas para nosotros es inimaginable lo que está sucediendo en
México [...] Estamos viendo cómo ayudar”.
Las muestras de solidaridad se hacen manifiestas en todos los
niveles: desde colectas entre el público por iniciativa de los
compañeros de Rodolfo en Alemania, hasta el arrendador que le condona a
Ludivine, provisionalmente, el alquiler del departamento donde la pareja
vivía en Bremerhaven. Por cierto, el ala de Rodolfo en la sala del
inmueble acumula el polvo de hace más de siete meses. “Cuando llegaba a
casa, primero me daba un beso y luego tocaba el piano”, recuerda, con
una sonrisa, Ludivine durante la entrevista con Radio Bremen TV; en el televisor, un video de Rodolfo dirigiendo una pieza del compositor y pianista ruso Pyotr Ilyich Tchaikovsky.
A nivel político, tanto el primer alcalde de Bremerhaven, Melf
Grantz, como el presidente de la Corporación Municipal, Artur Beneken,
ambos socialdemócratas, mostraron interés por el caso Cázares y
contactaron el 6 de diciembre de 2011 al personal del Consulado de
México en Berlín. La respuesta (que los mantendrían informados de los
avances de la investigación) llegó dos días después, el 8 de diciembre.
Desde entonces, y hasta la entrevista de Beneken para este reportaje, no
ha habido ninguna comunicación de los funcionarios mexicanos.
“Enviamos una petición de apoyo a las autoridades del Consulado de
México y se mostraron muy atentos ante ésta”, explica el mandatario,
pero también concede que a raíz de esta situación, estuvo leyendo varias
estadísticas sobre los secuestros y desaparecidos en el Norte de México
y se asombró de la cantidad. ¿Por qué apoyan con tanto fervor a un
residente que no es connacional?, “¡aquí todos los residentes son
iguales y se les da el mismo trato!” enfatiza con convicción.
Roland Heermann , presidente de la Orquesta del Teatro de
la Ciudad, en Bremerhaven, explica, frustrado: “Nuestro objetivo es
informar a los políticos [locales] a través de la opinión pública.
Tenemos la impresión de que las instituciones policiacas mexicanas no
están haciendo su trabajo, que lo ven como un caso de secuestro más, por
lo que no se hace nada. El problema es que el señor Cázares es
ciudadano mexicano, por lo que las autoridades alemanas no tienen
influencia. Gracias a la opinión pública que hemos logrado movilizar, se
ha logrado involucrar al personal del Ministerio de Asuntos Exteriores
Alemán y el del Ministerio de Cultura logrando un poco de movimiento”.
El Departamento de Prensa y Relaciones Públicas de la Embajada
Alemana en México confirma: “Somos informados del caso por medios
alemanes, y también el gobierno alemán está enterado del caso, pero no
hay ninguna manera para nosotros de involucrarnos porque no es un
ciudadano alemán; tampoco la esposa es alemana [...] Lamentamos este
caso, eso es muy claro. Hay interés público en Alemania. Como misión
diplomática o consular no tenemos un papel en este caso muy lamentable”.
El 13 de febrero, las autoridades en las Archidiócesis de Múnich y
Frisinga, en Nueva York, Estados Unidos, y París, Francia, recibieron
copias de la petición de ayuda Solicitud de apoyo de la comunidad católica por el secuestro de mi esposo en México, redactada en francés y enviada al papa Benedicto XVI (quien visitó México en marzo pasado). Ni el idioma del amor suaviza el impacto causado por tener que implorar ayuda para un familiar secuestrado, “Votre Sainté […] Mon mari est mexicain et je suis française […] Kidnappé par un cartel de la drogue”, solicitar ayuda divina por la gente de México que queda desamparada ante el narcoterrorismo: “[…] Peuple mexicain désemparé face au narcoterrorisme”.
Un aspecto interesante en esta tragedia es el ménage à trois de nacionalidades. Alemania oficialmente tiene las manos atadas,
pero los compañeros de Rodolfo en ese país se preocupan y actúan al
informar del caso; México, en cambio, por haber sucedido el delito en
territorio soberano y por tratarse de víctimas y delincuentes
connacionales tiene la obligación de investigar y esclarecer los hechos.
El secuestro incluyó a una ciudadana francesa cuyo marido también
secuestrado. Meses antes de la tragedia, Rodolfo había solicitado la
nacionalidad de dicho país. El hecho de estar secuestrado en México no
fue impedimento para que el proceso de obtención de la ciudadanía gala
siguiera su curso. Rodolfo, durante sus más de siete meses de secuestro
recibió a principios de 2012, la ciudadanía francesa y por lo tanto
tiene derecho a que personal del Ministerio de Asuntos Exteriores de
Francia una esfuerzos con autoridades mexicanas.
De hecho autoridades francesas ya se pusieron en contacto con la
SIEDO en marzo. ¿Secuestrado como mexicano y liberado como
mexicano-francés? La libertad no tiene nacionalidad, la liberté no entiende de fronteras.
Futuro
La terminología de culpable o inocente en la problemática global de
la “guerra” contra las drogas es un área muy gris. Lo que quizá quede
más trasparente son los niveles de responsabilidad. Las leyes del
comercio son muy claras al respecto: donde hay demanda, hay oferta. Un
consumidor que quiera droga, en un estado donde la ingesta de ciertos
estupefacientes no represente delito, o que esté legalizada, implica que
en otro lugar del mundo se produzca, traslade y trafique para
satisfacer esa demanda.
Tal vez en algún rincón de Europa, un grupo de amigos frente al
televisor vea las últimas noticias sobre la situación en México, y en
una de las 23 lenguas oficiales de la Unión Europea comenten lo
increíble de la narcoviolencia, mientras que en sentido contrario a las manecillas del reloj, se rolan un golden acapulco o esnifan una raya de coca; ambas made in México. Eso sí, con una actitud muy cool. Quizá otro nivel de responsabilidad.
El silencio, sujeto al contagio del miedo, ya no es una opción. El
Rodolfo de Ludivine y otros familiares siguen secuestrados. La
desesperación la ha hecho más fuerte, más valiente. Las lágrimas ceden
paso al desafío: “Desde que estoy en la lucha me siento mejor, y todos
los días el ciento por ciento de mi tiempo lo pongo en eso”.
Ludivine ha denunciado su caso ante las autoridades de varios
países, ha hablado con los medios de comunicación en dos continentes,
escrito a tres presidentes y al papa y, junto con amigos y compañeros de
su marido, intenta movilizar la opinión pública. Todo esto en cuatro
idiomas.
“Me siento cansada, pero en la lucha no tengo tiempo de esperar.
Mientras no sepamos nada hay esperanza y trato de ser positiva, de decir
¡eso no va a pasar, van a regresar!, y así voy”. Son sus últimas
palabras en esta entrevista antes de despedirse.
Tenaces, Ludivine y los compañeros de su marido en el Teatro de la
Ciudad de Bremerhaven continúan su causa. Informar a la opinión pública
sobre la situación es la herramienta más eficaz que han encontrado para
generar presión internacional, y que ésta se traduzca en respuestas más
claras. Sienten que la falta de información por parte de las autoridades
mexicanas sólo les genera dudas y desconcierto. Ludivine piensa que,
quizá, no debería haber esperado tanto tiempo para exponer el caso, que
debería haber informado antes a las autoridades, que seis meses de
silencio por miedo a represalias traería de regreso a su Rodolfo…
Entendió que en la era de la globalización ya nada es simple: un
secuestro en Matamoros puede tener repercusiones en algún lugar de
Europa; un efecto mariposa muy cruel; parte mordaz de la Teoría del Caos.
Ludivine, es esposa y traductora. Como esposa seguirá buscando a
Rodolfo; como traductora traduce al francés y al alemán: ¡Vivos se los
llevaron y vivos los queremos! (Con la colaboración de Érick Muñiz).
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