lunes, 9 de abril de 2012

Mèxico: ¿Tendrán que quitarse la vida los jubilados mexicanos para que atiendan sus reclamos?....por CAROLINA GÓMEZ MENA / La Jornada

• Errores administrativos los obligan a peregrinar por un sello. • Enfrentan insensibilidad y burocratismo por personal del IMSS. 
 
Los jubilados y pensionados en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reciben una atención cuyos denominadores comunes son insensibilidad y burocratismo.
Cuando van a una cita médica, solicitan una consulta, gestionan o completan sus trámites de retiro o pensión, al acudir a la farmacia por su dotación de medicinas del mes y al
cobrar sus pensiones o firmar la supervivencia, la tramitología e indolencia son la constante en el trato que reciben por el personal administrativo y en ocasiones también del médico.
Por eso muchos deben peregrinar sin sentido de una ventanilla a otra, de una oficina a otra o incluso de una unidad médica a otra.
La Jornada hizo un recorrido por las unidades de medicina familiar (UMF) 7, 11, 28, 31 y 41, entre otras, los hospitales regionales de zona Los Venados, Francisco del Paso (Troncoso), Carlos Mc Gregor (Gabriel Mancera), Hospital número 32 y Centro Médico Nacional Siglo XXI, así como por las subdelegaciones 3 y 10 y observó algunas de las situaciones que experimentan decenas de estos derechohabientes.
Escuchó sus airados reclamos: Se nos trata con indiferencia, los viejitos les valemos; nos discriminan.
A Guadalupe la han enviado a tres especialidades: medicina interna, neurología y diálisis, pero los doctores que la atendieron en esas áreas le dijeron que había sido mal remitida, pues su problema no se relaciona con ninguna de ellas, por lo tanto, indica, sólo ha perdido tiempo yendo de su UMF a la clínica 27 sin tener, ni menos vislumbrar una solución a su problema.
Guadalupe fue pensionada por su esposo, quien falleció hace casi ocho años, y cuenta que tiene problemas frecuentes en la atención debido a que por un error no dieron de baja a su marido ni la registraron a ella como su pensionada; pese a que en innumerables ocasiones ha solicitado se corrija la situación, no ha tenido éxito.
Otra pensionada se forma en la fila de archivo de la UMF 11, tiene el mismo problema y se queja de que no se subsane y de que a la hora de solicitar una cita la hagan, a sus años, ir de una ventanilla a otra, para que un empleado le diga de mala gana que eso a veces pasa con las pensionadas, plasme un sello en su hoja y le envíe otra vez a su consultorio.
Teresa lleva casi dos horas formada en la fila de la farmacia de la clínica 31 de Iztapalapa, una de las más saturadas de esa zona. Ya está hecha a la idea de que existe una posibilidad real de que al llegar al mostrador el despachador le diga que se agotó su medicina. Sabe que, si bien le va, se la darán al día siguiente, y que si no sucede en las próximas 72 horas su prescripción habrá caducado y otra vez tendrá que solicitarla a su médico familiar. Esta vez no fue así, y de inmediato comenta que al menos valió la pena la espera al sol.
Silvia impaciente espera a que su madre sea atendida por la endocrinóloga. Su cita era a las 11 de la mañana en el consultorio 14 del Hospital General de Zona de Troncoso. Ambas son jubiladas. Pasan de las 12 y la sala de espera se va quedando vacía, mientras el calor aumenta y hace difícil la espera.
Silvia no entiende por qué no son atendidas. La doctora está ahí, y no tiene pacientes. Se levanta, pregunta y la respuesta es la misma: debe seguir esperando.
Mientras tanto cuenta su experiencia. Desde hace cinco años padece hipertensión y señala que aunque fue en el IMSS donde se la detectaron, no le advirtieron que podría tener daños en la vista. Ahora casi ha perdido la visión de su ojo izquierdo, y como en el instituto no me ayudaron optó por seguir los consejos de sus vecinas y fue al Hospital de la Ceguera de Coyoacán. Allí en una consulta que me costó 100 pesos, me hicieron todo lo que no logré en cinco citas en La Raza.
Las dos mujeres esperan más de una hora 40 minutos, y su estancia con la especialista apenas dura unos pocos minutos. No obstante salen contentas y Silvia desea a los que siguen esperando:¡suerte!
A Víctor Manuel García Mendoza, un hombre de 68 años, no le asombran las malas caras ni que los bastones y las andaderas no conmuevan al personal administrativo del IMSS. Su teoría es que son indolentes e irresponsables en sus trabajos porque están amparados en su sindicato y saben que difícilmente recibirán alguna amonestación o llamado de atención.
Muchos no hacen su trabajo con pasión ni menos por vocación, además se olvidan de que también van a llegar a viejos. Aquí es la suerte, depende de quien te toque, lamenta mientras se da masajes en sus piernas afectadas por ulceraciones, mientras espera a que atiendan a su madre en la sala de urgencias.
Dice que trabajar 35 años como visitador médico le da elementos para afirmar que en el instituto se está a la suerte de quien te atienda. Citó el ejemplo de su madre, una mujer de 91 años que tuvo una caída en la casa ycasi hemos tenido que andar mendigando la atención médica; pedimos una ambulancia para trasladarla al hospital y nunca la mandaron. Tuvimos que traerla en carro, ahora está esperando a que la revisen, está en urgencias.
Ismael Frausto Martínez, presidente de la Asociación Nacional de Jubilados y Pensionados del Seguro Social Siglo XXI, lamenta que en el instituto nada sea expedito. Refiere que el último día de cobro los jubilados que acudieron al centro de pagos de Manuel Villalongín debieron esperar hasta ocho horas por su dinero.
Es una muestra más de la poca consideración que tienen con nosotros los jubilados; somos personas de la tercera edad, muchas con enfermedades y discapacidades, no puede ser que hagan esperar por la pensión desde las ocho de la mañana hasta después de las tres de la tarde, porque las camionetas de valores no llegaban. Muchos vienen de lejos y sin dinero y no podían regresar al otro día. Esta es la segunda vez que sucede en los últimos meses.
En cuanto a la atención médica, considera que cada vez es más deficiente. Hay gente que nos trata muy mal por ser adultos mayores.
María Luisa López, integrante de la Asamblea Nacional de Trabajadores Activos y Jubilados del IMSS, coincide en que un problema gravísimo es el desabasto de medicamentos para enfermedades crónico-degenerativas y lamenta que a los jubilados nos traigan a vuelta y vuelta antes de tener que pedir una nueva receta, porque la que te dieron originalmente caduca.
Para María Luisa, ex trabajadora del Hospital Gabriel Mancera, la razón de mucho de lo que se culpa al personal administrativo radica en su sobrecarga de trabajo, porque no hay suficiente personal para atender una demanda creciente. Además, la plaza del trabajador que se jubila se pierde. Hay unidades que no tienen personal completo; se jubilan 13 mil por año y el IMSS ha retenido las contrataciones en deterioro de la atención. Pero para Teresa esa no es excusa para que algunos trabajadores se desquiten con los adultos mayores. La verdad es que los viejitos les valemos.
A Manuel Villaseca Serrano le fue amputada, hace casi 13 años, su pierna derecha tras ser arrollado por una camioneta que conducía una mujer en estado de ebriedad. Hoy tiene 83 años y una pensión por invalidez. Hace poco en el Hospital General Manuel Gea González de la SSA le detectaron cáncer de próstata, diagnóstico que había sido negativo en el IMSS. Por esta razón, cada tres meses debe colocarse una costosa inyección que le ayuda a sobrellevar el mal, biológico que le proporciona el IMSS, reconoce, pero lamenta que no me quieren poner la inyección. Por eso una de sus hijas se encarga de ello. Pero tiene temor de que el fármaco no haga el efecto deseado debido a una eventual mala administración. Es una inyección muy complicada, debe ser subcutánea y en el abdomen, pero en el Seguro no se la quieren poner porque dicen que no es su responsabilidad, precisó su hija de nombre Rosa María.
Revés en medicina del trabajo
Manuel también se queja de que tras el accidente, ocurrido en 1999, medicina del trabajo le negó la indemnización por la pérdida de su pierna, ya que no consideró el accidente como laboral, porque argumentaron que me había desviado del trayecto al trabajo, pese a que la empresa en que trabajaba lo avaló. Aun con este revés logró pensionarse al 100 por ciento, aunque por lo complicado del caso fue un proceso engorroso, tardé más de un año en recibir mi primer pago.
Otro de sus pendientes es que los médicos que lo ven están repartidos por varios centros de salud y a Manuel le cuesta desplazarse, porque aunque tiene una prótesis y cuenta con la ayuda de sus hijos, le es difícil visitar tantos centros de salud. Por su edad y sus dolencias ya me pesa mucho mi pierna, por lo que requiere que esa atención se le brinde en un solo hospital.

Vìa,fuente:
http://www.kaosenlared.net

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