martes, 31 de julio de 2012

México..Una mirada desde Oaxaca: El nuevo colonialismo contra la naturaleza y los pueblos indígenas...por Santiago Navarro F. / Programa de las Américas Fotos: Clayton Conn


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Oaxaca, México. A pesar de las críticas de organizaciones indígenas y los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Uruguay a la economía verde -por considerarla una forma de mercantilización y colonialismo contra los países del sur y la naturaleza-, la Conferencia de las Naciones Unidas Sobre Desarrollo Sostenible (Rio+20) la retomó como un nuevo modelo para “erradicar la pobreza y contribuir al crecimiento sostenible, manteniendo el funcionamiento saludable de los ecosistemas y de la Tierra”.
En un acercamiento a la Sierra Norte de Oaxaca, en México, encontramos que las comunidades de esta región hacen eco de las voces que ven a la economía verde como un modelo que margina las iniciativas tomadas principalmente por países y pueblos indígenas y quienes no creen en el desarrollo, desde el punto de vista del crecimiento económico exponencial, como una solución real a la crisis ambiental y ecológica.
Jaime Martínez Luna, indígena zapoteco de Guelatao, presidente de la asociación civil Comunalidad y autor del libro “Eso que llaman comunalidad”, establece que “estamos en contra del desarrollo porque es lineal y ascendente. Nosotros somos circulares, no somos el centro, no somos dueños de la naturaleza, ella es dueña de nosotros. La comunalidad, más que un concepto, es una forma de vida que se fundamenta en la asamblea, los cargos de representación, las festividades, el tequio y la colectividad. Es un conocimiento desde dentro, que nace de la observación de lo que hacemos cotidianamente”.
Las Naciones Unidas y los promotores de una nueva economía más limpia han trabajado en muchas propuestas como alternativa al fin de la era del modelo económico que aún tiene como base los hidrocarburos. Esto implica una reconfiguración de los nuevos espacios y tiempos de un nuevo mercado, que busca sustituir los hidrocarburos por nuevas tecnologías que funcionen mediante carbohidratos y bioenergéticos con la finalidad de reducir las emisiones de dióxido de carbono y poder mantener el crecimiento económico.
Existen diferentes intereses en torno a este nuevo tipo de economía. Por una parte, están los inversionistas del capital transnacional que han invertido millones de dólares en la reconversión energética, el monopolio de las llamadas tecnologías limpias y el redituable mercado de los bonos de carbono –permisos de contaminación-. En ese mismo sentido se encuentran los ambientalistas que han ejecutado las políticas verdes emanadas de estos organismos internacionales.
Por otro lado se encuentran las comunidades indígenas asentadas en los diez países que concentran la mayor  biodiversidad en el mundo, quienes se identifican como parte de la madre tierra y su diversidad. Por lo tanto, más que conservar sus recursos, trabajan por la preservación de sus formas de relaciones sociales y de sus saberes locales, pues existe una cosmovisión práctica que se ha ido perdiendo por la influencia del pensamiento occidentalista, que les ha enseñado a verse como individuos y pensar de forma lineal y homogénea.
El territorio de estas comunidades indígenas representa la plataforma para el mercado de Bonos Carbono por medio de la creación de Parques Nacionales, Áreas Nacionales Protegidas, Patrimonio de la Humanidad, Áreas de Conservación Transfronterizas, Parques Transnacionales – también llamados Parques para la Paz-, Corredores Ecológicos o Biológicos y las redes de Áreas Protegidas.
México es el tercer país dentro esta jerarquía de los países más ricos en cuanto a diversidad biológica; el estado de Oaxaca – mayoritariamente indígena – representa el número uno dentro de este país y forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano.
Por más de dos décadas han hecho acto de presencia en este lugar organismos como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), Conservación Internacional (CI) y The Nature Conservancy (TNC), y empresas como Televisa, Gamesa, Coca-Cola, Novartis, entre otras más, quienes han ejecutado sus proyectos muchas veces sin el consentimiento o sin la información necesaria para las comunidades nativas.
En entrevista, autoridades de bienes comunales de la Sierra Mixe y la Sierra Juárez consideran respeto a la economía verde que: “ellos ponen el precio y es un mínimo apoyo para la autoridad. La gente está molesta porque se les está expropiando parte del territorio para venta de carbono y preguntan de qué van a comer”, expone  Melitón Jiménez, presidente de vigilancia en Tlahuitoltepec. “Creemos que de todos modos necesitamos los árboles y cuidar nuestro medio ambiente. No conocemos bien los bonos de carbono para exigir que paguen lo que debe de ser, pensamos que nos dan lo que puedan”.
Ulises Díaz, suplente del secretario de bienes comunales, señala que “desde 1985 decidimos tener más cuidado de nuestro medio ambiente. En el 2002, Servicios Ambientales de Oaxaca (SAO) y Pronatura llegaron a complementar nuestro trabajo y por medio de estas ONG (Organización No Gubernamental) vendemos el oxígeno a Chinoin, Fundación Televisa y Gamesa. Es compromiso de todos, pero más de los países que contaminan en una mayor medida, deben de ser responsables y tener conciencia y todos debemos de aportar, no sólo los que tenemos bosques”.
Wilfred Mendoza Jiménez, también de Tlahuitoltepec, explica el problema de dar patentes a una comunidad y no a otra. “Desde los años noventa ha habido presencia de organizaciones de las Naciones Unidas. Novartis, en conjunto con el gobierno estatal y federal, ha realizado prácticas de bioprospección. Hizo estudios en el suelo de Calpulalpan y desarrollaron patentes; a cambio les dieron un laboratorio, pero sabemos que los microorganismos no miden territorios y también se encuentran en nuestras comunidades, pero ya no nos pertenecen”.
Las diferentes comunidades de esta región se ven identificadas en la necesidad de conservar y rescatar el conocimiento perdido que les han heredado sus ancestros. Sus alternativas en relación al conservacionismo y lo que representa la economía verde o el llamado desarrollo, son sus propias formas de vida tradicional, lo comunal y colectivo.
Algunos han decidido marcar una distancia entre el conocimiento occidental, que se muestra cerrado a sus alternativas, y buscan retomar la memoria histórica para poder identificar cuáles han sido los motivos del rompimiento de los principios comunales en su esencia.
Martínez Luna comenta: “en la región se ha dado una gran lucha por detener las concesiones de los bosques y se ha logrado detener varios proyectos mineros a nivel nacional. Podemos jactarnos de que en la región existe un elevado índice de conservación de la naturaleza; el medio ambiente permanece protegido por decisión comunitaria y no es de nuestra propiedad, porque en nuestras comunidades no existe la propiedad privada, existe la posesión comunal. Se ha hecho bioprospección en diferentes niveles, unos permitidos por la comunidad y otros sin la intervención de la comunidad: hay intereses en conocer lo que tenemos. Puede venir cualquiera, pero si no se autoriza por la comunidad, no entran“.
Martínez Luna remarca que es necesario entender y valorar lo que somos, porque de esta forma valoramos lo que tenemos; no entrar en la competencia, sino reproducir la compartición, e impedir la intromisión descarada de los principios individualistas.
De la economía verde a la comunalidad existen diferentes principios e intereses. En la primera predomina el crecimiento y el desarrollo sustentable, pero la lógica sigue siendo la acumulación y la ganancia de capital que beneficia sólo a algunas personas. En la otra, sobresale lo colectivo, lo comunal y lo diverso. No es que no quieran mejores condiciones de vida, pero no de la forma irracional del desarrollo económico que persiste mediante el subdesarrollo de otros países y regiones.
Hoy día muchos pueblos indígenas de Latinoamérica hacen eco de sus modos de pensamiento y acción, desde la comunalidad que se retoma en la sierra Norte de Oaxaca, el Mandar Obedeciendo y el Nosotros desde el sureste mexicano, hasta el Buen Vivir de los bolivianos. Son voces que reclaman una deuda ecológica pendiente de los países del norte para con los del sur, pues lo que ellos conocen por desarrollo no es más que la medida del saqueo y la destrucción de los ecosistemas y de los pueblos indígenas.
Este artículo fue publicado originalmente en la página del Programa de las Américas

  http://desinformemonos.org
 http://desinformemonos.org/2012/07/una-mirada-desde-oaxaca-el-nuevo-colonialismo-contra-la-naturaleza-y-los-pueblos-indigenas/

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