miércoles, 11 de diciembre de 2013

Paraguay: Las lecciones heroicas de la causa Marina kue ...José Tomás Sánchez

El proceso judicial del caso Curuguaty (que justificó el golpe de Estado) sigue su rumbo torcido, apuntando a los campesinos como en un paredón de ajusticiamiento
“Al plantearse recuperar tierras malhabidas, desentrañar la corrupción institucional y plantear la reforma agraria, las personas que ocuparon Marina kue apuntaron a pilares esenciales del sistema corrupto”. Análisis [1].
Son los únicos sentados en el banquillo de acusados y todos los recursos del poder juegan contra ellos. Del otro lado, lado ausente en el proceso, toda la corrupción institucional que permitió a Riquelme usurpar las tierras del Estado, todos los abusos criminales de la fiscalía y la policía contra los ocupantes de Marina kue, y toda la complicidad política con relación a lo sucedido, siguen impunes. Los poderes políticos y mediáticos, que hace un año usaron la masacre de Curuguaty para derrocar un gobierno, hoy silencian el caso porque les es incómodo, al ser una puerta que esconde poderosos intereses del orden dominante y que, de abrirse, mostraría en carne viva la corrupción que le pone en funcionamiento. Para un poder que no podría mostrarse tal cual es sin generar un escándalo, es mejor promover el olvido colectivo. De ahí toda la saña contra los campesinos y campesinas; por pedagogía social, el proceso judicial no se armó para juzgar lo sucedido el 15 de junio de 2012, sino para castigar la osadía de enfrentarse al orden establecido. Esto remagnifica el significado de la causa Marina kue como fuerza propulsora de cambios, y la necesidad de exponer a luz todo lo que allí se puso en juego para la memoria de las luchas presentes y futuras.
Y era mucho lo que estaba en juego. Al plantearse recuperar tierras malhabidas, desentrañar la corrupción institucional y plantear la reforma agraria, las personas que ocuparon Marina kue apuntaron a pilares esenciales del sistema corrupto. Al proponerse esos objetivos -de manera explícita o no-, se ubicaron con fuerza en la disputa de proyectos antagónicos en Paraguay, entre quienes quieren conservar el orden y castigar a sus contestatarios, y quienes quieren cambiar ese orden y reivindicar todas las causas que signifiquen voltearlo.
Toda sociedad construye sus seres heroicos en una dinámica contradictoria: quienes ejercen el poder reivindican a los héroes y heroínas que convienen al sistema que dirigen, mientras que quienes quieren cambiarlo promueven a los héroes y heroínas que representan el cambio que proponen. En el caso de Paraguay, la historia oficial reivindica como héroes a militares, caudillos y santos, típico de las sociedades de cultura patriarcal, con relaciones sociales rígidas y una base económica latifundista. Por eso escasea en el discurso social la reivindicación de liderazgos femeninos, o de luchadores y luchadoras por derechos, o siquiera de versiones locales de burgueses tipo Steve Jobs. Sencillamente, porque estas reivindicaciones no se corresponden a los pilares que mantienen el edificio social. Por eso los poderes dominantes estigmatizan a liderazgos que puedan significar un quiebre en su estructura de poder. Y por eso cada sector subalterno trata, a la par que desarrollar sus proyectos de cambio, reivindicar su propia simbología, construyendo sus referentes para esa lucha. En ese empuje por cambiar el país, la gesta de las personas de carne y hueso de Marina kue adquiere más fuerza como reivindicación, en la medida que su proyecto y accionar significa potencialmente hacer avanzar a la sociedad paraguaya en materia de bienestar y verdadera paz social.
Reivindicar Marina kue es reivindicar la necesidad de decir basta a las mafias, defender el interés público y exigir el cumplimiento de los derechos consagrados. Lo que hicieron los campesinos y campesinas al ocupar tierras públicas usurpadas por Riquelme, no es poca cosa en un país con un Estado heredado de la dictadura colorada y stronista, funcional a los sectores mafiosos, al narcotráfico, a las tierras mal habidas y al negociado con los recursos públicos. Teniendo enfrente semejante murallón, el campesinado se negó a dejar pasar el hecho de que esas tierras eran para la reforma agraria y se enfrentó a esa red de poderes que comanda la política, la economía, la comunicación y al mismo Estado. En otra sociedad, no hay duda de que la lucha de cualquier persona contra las mafias que clavan sus colmillos en los recursos estatales sería caracterizada de heroicidad.
Manifestación por los presos de Curuguaty durante la audiencia preliminar. Foto: Jorge González.
Reivindicar Marina kue es reivindicar la participación comprometida por un proyecto de futuro mejor. Mujeres, hombres, jóvenes y adultos mayores impulsaron la recuperación de las tierras públicas para cambiar el destino que la sociedad de hoy reserva al campesinado: el trabajo esclavo de las estancias, el trabajo empobrecido de la agricultura familiar minifundiaria o el desplazamiento a los bordes de las ciudades. Frente al destino casi inexorable de miseria y explotación, se unieron para presionar por tierras que por derecho les correspondía y para ser protagonistas de sus propios destinos, en el marco de un orden que requiere para existir de la desorganización social y la apatía generalizada. En otra sociedad, el proyecto de estos campesinos y campesinas de organizarse para reivindicar justicia e impulsar colectivamente la reforma agraria, se reconocería como un ejemplo a seguir y una necesidad histórica para alcanzar un futuro mejor para toda la sociedad.
Reivindicar Marina kue es reivindicar la valentía en tiempos de mucha cobardía. Ocupar las tierras del Estado requirió un campamento y la suficiente decisión como para impulsar una acción directa, como siempre se requiere en un país donde el orden permite tierras malhabidas, impide la reforma agraria y pisotea su propia legalidad. En estas condiciones, acampar en Marina kue exigió un tremendo coraje para exponerse al gatillo fácil de los –siempre impunes– sicarios de los latifundios, a las cobardes amenazas de fiscales, jueces, policías y politiqueros, y a la presentación social a cargo cierta prensa que cotidianamente describe como delincuentes a quienes luchan por el derecho a la tierra. En la adversidad, cada gota de lágrima y sudor sostuvo los esfuerzos de seguir con los escasos alimentos que faltaban un día y el otro también, de aguantar la agresiva intemperie que engripa en el frío y calcina en el calor, y de confirmar día a día que valía la pena continuar. En otra sociedad, la valentía de estos acampados y acampadas sería un ejemplo de lo que es luchar por una causa legítima en la más brutal adversidad. Marina kue fue pulverizada por todos estos significados. Solo así se explica la envergadura de la movilización institucional para implementar una disposición de desalojo a todas luces ilegal. Solo así se entiende que hayan torturado y matado a discreción. Solo así se comprende que la policía haya incendiado las pertenencias campesinas, aun sabiendo que allí había pruebas para el juicio que se vendría. Conocían de antemano cómo funcionan las reglas de juego del poder, que debía garantizarles impunidad y castigar a sus víctimas.
La matanza, el incendio y el proceso judicial torcido, sirven a quienes se benefician del actual armado social para ocultar los gestos heroicos de Marina kue y borrarlos de la historia. Fue así como sucedió tras aquel 1 de mayo de 1886 en Chicago, cuando una huelga de 200 mil obreros y obreras por derechos laborales terminó bañada en sangre por la policía. Esa fecha es recordada en casi todo el mundo occidental menos en EEUU, pues el orden dominante se esforzó por dejar en secreto esa gesta casi universal. Pero la historia a veces recorre senderos extraños y con resultados inesperados. Siguiendo con otro ejemplo del mismo país, también existe la posibilidad de que las lecciones de Marina kue puedan desatar una cadena de conquistas de derechos, como sucedió tras el gesto de Rosa Parks, aquella pasajera negra de un autobús, que en 1955 fue encarcelada por negarse a ceder su asiento a un pasajero blanco. Su coraje fue una chispa que aceleró al movimiento social que conquistó los derechos civiles para los afrodescendientes en EEUU, y su ejemplo hoy es reivindicado plenamente.
La historia y el presente son terrenos en disputa permanente, porque anuncian o bloquean las ideas que podrían generar cambios en el orden establecido. La batalla de hoy también es por la memoria de los gestos heroicos que alimentarán las luchas futuras.
El caso Marina kue, con las lecciones de sus héroes y heroínas, ya no podrá ser mantenido en el secreto al que quiere encasillarlo el poder. Seguirá creciendo y alimentando la conciencia de los hombres y mujeres que buscan una sociedad donde las mafias sean enfrentadas y derrotadas, y donde sean motivos de orgullo quienes defienden el interés público, promueven el bienestar colectivo y luchan por la vigencia real de los derechos humanos.
www.ea.com.py 
vía:
http://www.lahaine.org/index.php?p=73722

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