viernes, 6 de febrero de 2015

Argentina: ¿qué mató al fiscal Nissman? José Steinsleger


Hace poco más de ocho años publicamos un par de artículos en torno a los atentados terroristas que hicieron trepidar las calles de Buenos Aires en marzo de 1992 y julio de 1994. La voladura de la embajada de Israel y del edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) causó 114 muertos y más de medio millar de heridos (29/242 y 85/300, respectivamente).
Dijimos: “A 14 y 12 años de los hechos, los ‘quién’, ‘por qué’ y ‘para qué’ subyacen en una maraña de investigaciones judiciales y ‘de inteligencia’, condenas, versiones, pistas, conjeturas, absoluciones, nuevas pistas y más pistas. Maquiavelo, Kafka y John Le Carré llorarían de impotencia” ( La Jornada, 6 y 13/9/06).
Sigo: “En marzo de 2005, frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, el gobierno de Néstor Kirchner reconoció la responsabilidad del Estado por ‘encubrimiento y denegación de justicia’, en el caso AMIA. Se ha trabajado para que las pruebas desaparezcan, dijo Kirchner.
Sin embargo, el ya entonces cuestionado Alberto Nissman fue nombrado fiscal de la causa. Más tarde, cables de Wikileaks y varios libros de investigación probaron que el fiscal nutría sus informes de la tenebrosa Secretaría de Inteligencia de Estado (Side), bien conocida (y al mismo tiempo desconocida) por generaciones de políticos y ciudadanos argentinos.
A sabiendas de la infiltración de la CIA y el Mossad en la Side (aunque posiblemente menos al tanto de sus feroces luchas internas y de los soterrados choques de la Side con sus pares de la Policía Federal o de las fuerzas armadas), Nissman resultó un firme creyente de que la República Islámica de Irán estaba detrás de los atentados. Y así se fue revelando como una suerte de “ our man” de los grandes grupos económicos, y de Tel Aviv y Washington, en los sótanos del Poder Judicial argentino.
En enero de 2013, en Etiopía, Argentina suscribió con Irán un memorándum de entendimiento para destrabar la causa AMIA. Un mes después, el acuerdo fue elevado a ley por el Congreso Nacional (senadores 39/31 y diputados 131/113 votos a favor y en contra). Acuerdo que se cayó debido a que Argentina no levantaba los pedidos de captura internacional (alertas rojas), emitidos por Interpol contra los iraníes imputados. Cosa que sólo podía solicitar un juez argentino.
A partir de ahí, se abrió la caja de Pandora. La oposición, el poder mediático hegemónico y las dirigencias sionistas que ofenden y mal representan al conjunto de los judíos argentinos mordieron las yugulares de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y del canciller Héctor Timerman, incluyendo a luchadores sociales solidarios con Irán cuando los persas encarnaban el mal, según el Departamento de Estado.
No permitiremos que la causa AMIA sea utilizada como instrumento en la geopolítica mundial, dijo Cristina. Así las cosas, el 17 de diciembre pasado intervino la Side, en cuya nómina figuraban cerca de 2 mil agentes que por espacio de 50 años, cuanto menos, conspiraron, en dictadura o democracia, contra los intereses del país.
El 14 de enero último, Nisman denunció a Cristina por “… decidir, negociar y organizar la impunidad de los prófugos iraníes en la causa AMIA con el propósito de fabricar la inocencia de Irán”, y pidió su indagatoria. Cargos que el juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral, había puesto en duda al señalar que las pruebas se basaban en informes de servicios de inteligencia de Estados Unidos, Israel y la propia Side.
Cinco días después, a horas de presentar su denuncia en el Congreso, Nissman apareció muerto en su domicilio. ¿Suicidio? ¿Suicidio inducido? ¿Asesinato? El ignoto periodista Damian Pachter, quien dio a conocer la primicia, huyó a Israel y allí declaró que Argentina se había convertido en un lugar oscuro conducido por un sistema político corrupto. Agregó: “… el país donde nací no es el lugar feliz que mis abuelos judíos me contaban”.
Por su lado, el experto en informática de la fiscalía Diego Lagomarsino (quien le había prestado a Nisman la pistola de la que salió el disparo) fue el último en verlo con vida. Hermano de un accionista del poderoso multimedio Clarín, Lagomarsino negó ser agente de la Side.
Devenida en construcción del acontecimiento, la noticia dio lugar a la aparición de personajes misteriosos, como la analista belga en inteligencia Teresa Dussart, quien en su blog se dice “… escapada (sic) de cinco años fuera del periodismo en el sector business intelligence como senior director de Kroll Associates y Geos International (empresas de seguridad internacional), y conocida (la primera) como ‘la CIA de Wall Street’”.
Según Página 12, Dussart denunció que en 2013 el diario argentino La Nación la abandonó mientras hacía una investigación en Irán, y ahora acusa al mismo diario de haberle robado información, al publicar una nota sobre Lagomarsino, algo que ella había publicado un día antes…
Pero el comentario más sugerente echado al ventilador global fue quizá el de la legisladora republicana Ileana Ros-Lehtinen, presidenta del Subcomité de Medio Oriente y África del Norte. Haciéndose eco del caso Nissman, la llamada loba feroz de la disidencia cubana dijo: Argentina perdió a un luchador contra el terrorismo.

vía:
 http://www.jornada.unam.mx/2015/02/04/opinion/021a2pol

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