jueves, 11 de mayo de 2017

Venezuela, el deseo imperial y la constituyente.....Ángel Guerra Cabrera....../ Lo que está en marcha en Venezuela es un episodio decisivo en el proyecto de Estados Unidos y las oligarquías de no dejar en pie un solo gobierno independiente y democrático en nuestra América. El combustible principal que alimenta ese proyecto en Venezuela es el apoyo que recibe la contrarrevolución endógena de Washington/OEA, los más desprestigiados gobiernos neoliberales y la derecha adoradora del dios mercado y del asalto al tesoro público. Todos enmaridados con el uruguayo Luis Almagro, agente de la CIA asignado a la secretaría general de la OEA.

Ángel Guerra Cabrera





Lo que está en marcha en Venezuela es un episodio decisivo en el proyecto de Estados Unidos y las oligarquías de no dejar en pie un solo gobierno independiente y democrático en nuestra América. El combustible principal que alimenta ese proyecto en Venezuela es el apoyo que recibe la contrarrevolución endógena de Washington/OEA, los más desprestigiados gobiernos neoliberales y la derecha adoradora del dios mercado y del asalto al tesoro público. Todos enmaridados con el uruguayo Luis Almagro, agente de la CIA asignado a la secretaría general de la OEA.

Aparte del ubérrimo petróleo de Venezuela, que desea para sí, el imperio concede enorme prioridad a derrocar el gobierno de Maduro por la importancia de la Revolución Bolivariana y Chavista en el concierto regional. El rudo golpe que asestaría una contrarrevolución triunfante en la patria de Bolívar a los procesos de cambio en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, al Alba en su conjunto y, por supuesto, a Cuba. Y no sólo eso, sino la creación de un ambiente profundamente fascistoide como el que vemos surgir en las derechas de la región, que impida el acceso a la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador en México, Lula da Silva en Brasil y –si decidiera lanzarse– Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, candidatos a los que parece imposible frenar por medios legales y legítimos. A nadie escapa el vuelco que estos eventuales resultados electorales operarían en la correlación regional –e internacional– de fuerzas en favor de la independencia, la soberanía, el control nacional de los recursos naturales, la justicia social, la democracia, la unidad y concordia latino-caribeña y la paz mundial.

Lo anterior explica que en una peligrosa y tensa situación económica, política y social como la provocada por el imperialismo y sus vasallos locales en Venezuela, estos rechacen la razonable, legal y legítima convocatoria a Asamblea Nacional Constituyente (ANC) del presidente Nicolás Maduro y su oferta de diálogo. Peor aún, han arreciado los actos de violencia, que ya se cobran más de tres decenas de vidas y cientos de heridos y demostrado no estar dispuestos a otro diálogo que no sea la rendición del gobierno ante sus exigencias. Tan creyentes e íntimos de la jerarquía católica de Venezuela como son, han hecho caso omiso otra vez del llamado del papa Francisco al diálogo.

Insisto, las acciones contrarrevolucionarias en Venezuela siguen las directivas de la Operación Venezuela Freedom 2 del Comando Sur yanqui, que, además de la vasta experiencia del Pentágono y la CIA en derrocar gobiernos, toman también de base al teórico de los golpes blandos Gene Sharp. Funcionarios de su Instituto Einstein realizaron una visita de trabajo de nueve días a Venezuela en 2003, documentada por Eva Golinger, magnífica síntesis sobre golpes blandos en América Latina.

Autor del libro De la dictadura a la democracia, Sharp enumera los cinco pasos del golpe blando, que resumo: 1. Promover acciones no violentas para generar malestar en la sociedad: denuncias de corrupción, promoción de intrigas o divulgación de falsos rumores. 2. Desarrollar intensas campañas en defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos, acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el gobierno. 3. Lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales y la manipulación del colectivo para que emprenda manifestaciones y protestas violentas, que amenacen las instituciones. 4. Operaciones de guerra sicológica y desestabilización, que creen un clima de ingobernabilidad. 5. Forzar la renuncia del presidente, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Preparar el terreno para una intervención militar, a la vez que se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país. Nada más parecido a lo que viene ocurriendo en Venezuela.

Pero mientras la contrarrevolución se consume en sus actos violentos porque sabe que el tiempo juega contra ella, el chavismo ha avanzado aceleradamente en el diálogo previo a la ANC que el presidente Maduro impulsa dentro de los sectores populares, la fuerza armada y con los partidos opositores que se han sumado. Si el debate constituyente se convierte en un fenómeno de masas, a la violencia no le queda mucho.


Twitter: @aguerraguerra

vía:
http://www.jornada.unam.mx/2017/05/11/opinion/018a1pol

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